lunes, 23 de diciembre de 2013

kafka en España


Un día me levanté y no entendía nada. Absolutamente nada. El mundo -mi mundo- había cambiado de la noche a la mañana. Me despertó un terremoto, que me hizo caer de la cama. Y todavía aturdido me asusté cuando vi que lo que temblaba era el cielo. Mi cielo. Mi alma. Y me acordé de Franz Kafka...

Intenté aferrarme a algo. Intenté aferrarme a alguien pero también me echó a patadas. Estaba solo. No tenía nada. Salí corriendo de casa -desorientado, confundido- escapando a los temblores que me salían del alma. Evitando los objetos que se precipitaban sobre mi cabeza, viendo como la vida se me descomponía -literalmente- en pedazos. Viendo como era yo quien la arruinaba con mis propias manos.

Solo me quedaba huir. Y me dirigí a la montaña más cercana. A la que me parecía más sólida, más firme, más compacta. Comencé a subir desesperado, a gatas. Agarrándome a las ramas, a los ripios, a los troncos, como fuera -a cuatro patas-, casi sin volver la mirada. Solo quería llegar a la cima. Escapar a la desgracia. Eso creía. 

De golpe la montaña que escalaba se me quebró bajo los pies. Y me quedé suspendido en el aire. En el vacío. Y caí. Y pensé mientras caía que ya no tenía fuerzas para oponer resistencia. 

Caí a los infiernos. A mis infiernos. Y un frío lo congeló todo. Me rodeo un manto helado que me dejó inerte, en una estado comatoso. Sin pulso, sin corazón, sin párpados, sin ojos. Para qué vivir. Para qué mirar. Para qué sentir. Para que soñar.

Apenas oía el rumor lejano, de una radio –ya no la mía- que recogía algunas de las noticias más destacadas del año. Que dicen que hay signos de que se reactiva la economía -para algunos-; que la ley del aborto vuelve atrás unos 20 años -un atraso-; que la policía registra de noche la sede del partido que dice que gobierna -que poca vergüenza-; que un Gobierno parecido envió esa misma policía a cerrar una tele y una radio públicas a la fuerza -muy democrático todo-; que diputados autonómicos de ese mismo partido recogen firmas para indultar un corrupto -qué conciencia!-; que la asignatura de religión vuelve a ser obligatoria -creía que España era un país laico-; que la OCDE dice que la reforma laboral ya se ha quedado corta -la culpa de la crisis es del trabajo, claro-; que la ley de seguridad impide cualquier protesta -mejor en casa y callados-; que un banco vendió preferentes a un anciano con alzheimer -muy legal y muy ético aprovecharse de los enfermos-; que venden por 1.000 millones otro banco que rescatamos por 9.000 millones -¿y la diferencia?- que una entidad política usa zumos de un Banco de Alimentos para una comida de Navidad -han sido capaces, ¿en serio?-; que un ayuntamiento impide una caravana solidaria porque no ha pasado la ITV el caballo -!!-; que un viento de 60 km/h provoca el cierre de un edificio que costó 400 millones de euros -¿pusieron el trencadis con pegamento imedio?; que un cargo público paga con la tarjeta oficial estancias privadas en hoteles de lujo -¿quién será el acompañante mudo?-; que el ayuntamiento de Cullera provoca un incendio al tirar un Castillo de fuegos artificiales -qué más da que los bomberos lo hubieran prohibido al estar en nivel 3 de preemergencias-; que el alcalde de Cullera sigue en silencio -¿dimitir? ¿alguien sabe lo que es eso?-; que...

Y ya no seguí escuchando. Y ya no quise volver -¿para qué regresar?-. Hay tantas cosas extrañas. Mejor alargar el exilio en este infierno de hielo, arropado por mis demonios. 

Un día me levanté y me encontré con Franz Kafka -hablaba con Gregorio Samsa-. Y me dijo que luchara. Y me desperté. Y luché. Y volví a ponerme en pie. Y volví a ponerme en marcha. A intentar cambiar tantas cosas absurdas y extrañas. 


  www.taringa.net duquesart@yahoo.es

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